Los gilipollas no nacen, ¡se hacen!: Un monólogo humorístico sobre la evolución de la idiotez humana

Hoy les traemos un monólogo que promete hacerles reflexionar entre carcajadas. Bajo el título «Los Gilipollas No Nacen, ¡Se Hacen!: Un Monólogo Humorístico Sobre la Evolución de la Idiotez Humana», exploraremos cómo la estupidez no es un don innato, sino una habilidad que se perfecciona con el tiempo. Prepárense para una buena dosis de ironía y risas, mientras analizamos las locuras del ser humano y cómo logramos convertir la idiotez en un arte. ¡No se lo pierdan!

Los gilipollas no nacen, ¡se hacen!

¡Buenas noches a todos! Hoy quiero hablaros de un fenómeno que todos conocemos pero que pocos entendemos: los gilipollas. Sí, esos seres humanos que parecen evolucionar en sentido contrario. Porque, amigos, los gilipollas no nacen, ¡se hacen!

Es fascinante observar cómo alguien puede pasar de ser un individuo normal y corriente a convertirse en un gilipollas certificado con el tiempo. Es como si hubiese una academia secreta, una especie de Hogwarts para idiotas, donde aprenden a perfeccionar sus habilidades.

Primero, está el gilipollas novato, el que solo comete pequeñas imprudencias, como meterse en el carril rápido y conducir a 50 km/h. Este tipo es como el becario del gilipollismo. Todavía está aprendiendo, explorando sus posibilidades. No os preocupéis, con el tiempo mejorará, o mejor dicho, empeorará.

Luego tenemos al gilipollas en formación, que ha empezado a dominar el arte de las redes sociales. Este es el que publica fotos de su desayuno todos los días, acompañado de frases profundas como “Sé tú mismo” o “Carpe Diem”. ¡Vamos, tío! ¿De verdad crees que tu tostada con aguacate va a cambiar el mundo? Pero bueno, está en fase de aprendizaje, todos tenemos que empezar por algún sitio.

Y no olvidemos al gilipollas avanzado, el que se ha doctorado en el arte de molestar. Este es el que en los conciertos graba todo con su móvil, bloqueando la vista de los demás, como si algún día fuera a sentarse a ver esos vídeos movidos y con mal sonido. O peor aún, el que habla a gritos en el cine, explicando la trama como si fuera el director de la película. ¡Eh, colega, ya hemos leído la sinopsis!

Y por supuesto, está el gilipollas maestro, el que ha alcanzado el nivel Jedi. Este es el que aparca en doble fila frente a la comisaría, convencido de que las leyes no se aplican a él. El que discute con el GPS, porque claro, el GPS no sabe lo que él sabe. ¡Oh, gran sabio del tráfico!

Pero lo más curioso de todo es que los gilipollas no tienen edad, género ni nacionalidad. ¡Son una plaga universal! Puedes encontrarlos en cualquier lugar del mundo. Son como el arroz en el supermercado, siempre hay.

Y es que, a lo largo de los años, uno pensaría que la sabiduría y la experiencia nos harían mejores personas, ¿verdad? ¡Pues no! Algunos perfeccionan su gilipollez con el tiempo. Es como si fuese su verdadera vocación, su misión en la vida.

Así que la próxima vez que os encontréis con un gilipollas, no os enfadéis. Pensad que estáis presenciando el resultado de años de esfuerzo y dedicación. Porque, al fin y al cabo, ser gilipollas no es fácil. Requiere práctica, perseverancia y una falta total de autoconciencia.

Y con esto, amigos, os dejo. Recordad: el mundo está lleno de gilipollas, pero mientras no os convirtáis en uno de ellos, ¡todo irá bien! ¡Buenas noches y gracias por aguantarme!

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