Muy buenas noches.
¿Ustedes se han dado cuenta, de lo raros de que son los hoteles? Que cuando llegas, te ayudan a subir las maletas a la habitación, pero cuando te vas, no te las baja ni Dios.
Es curioso, cuando vas en el ascensor dices: Bueno, pero coño, como puede haber tantas fotos del comedor, joder. Pues por el mismo motivo, pues podría haber también en el comedor muchas fotos de ascensores.
Hay otra cosa que es muy rara. ¿Qué es lo de los cuadros? Dios mío, es patético. ¿Quién coño pinta los cuadros de las habitaciones? Pues tiene que ser la mujer del dueño, vamos, digo yo. Yo después de mucho pensar he llegado a la conclusión de que en los hoteles solo se pueden hacer dos cosas, que son: O dormir o robar. No se han fijado, que nos tratan como si fuéramos delincuentes, tu entras y lo primero que hacen es pedirte la documentación. Joder, ya estás fichado. A partir de ahí, te sientes tan vigilado que incluso tienes reparo en coger uno de los caramelos que hay en la cestita. ¿Es increíble, no? Tu estás pagando 26.000 pesetas por dormir una noche en una habitación y coges el caramelo, así, jodido. Bueno, y si es de anís y no te gusta, pues te jodes.
Otro de los datos que nos indican que para ellos, nosotros somos unos chorizos es la llave. Hay que joderse como es la llave, es impresionante, ¿eh? O sea, es una cadena con un bolón de metal impresionante. Que lo coges y dices: Bueno, coño, o sea, joder, pero es que parecemos presos, ¿eh? Es más, viene el botones y te dice: ¿Quiere usted que le ayude a subir el equipaje? Dices: No, ya llevo yo el equipaje, suba usted la llave hombre.
Pero ellos están al día, sí. La putada. Efectivamente. Ahora vas y te dan una tarjeta de plástico. Dices: Pues mejor que la cadena y la bola… Vale, cojonudo. Subes a la habitación, introduces la tarjeta, y se abre la puerta. Dices: cojonudo. Pero claro, el problema es la luz. No hay Dios que encienda la luz. Bueno, y dices: Vale, cojonudo. Vamos a ver, otro paso: por fin hemos conseguido dar con el interruptor o introducir la tarjeta en su sitio, para que haya luz. Pues te pones a inspeccionar. Si el hotel es de muchas estrellas, entras y dices: «¡A ver que hay!». Ilusionado. ¡A ver que hay! Pues, joder, coño, hay hidromasaje, hay canal porno. Si no tiene muchas estrellas, entras y dices: «A ver si hay…» A ver si hay aire acondicionado, hilo musical… Y si no tiene estrellas. Pues entras y dices: Dios mío, a ver si no hay cucarachas. A ver si no hay uñas cortadas encima de la almohada.
Bueno, una vez has inspeccionado ya todo, entras en otro «A ver»: «A ver que puedo robar, hombre». Me llevaré pues, la alfombrilla del lavabo, los ceniceros, las toallas. Las toallas, perdón, me ha recordado a mi novia. Sí, todas las toallas que hay en casa de mi novia son de la marca: Meliá. Ella dice que son estupendas. Incluso que es un algodón mucho mejor que el de Portugal. Y por otro lado, pues, sale más barata. Es muy rica.
Pero el protagonista de la habitación es el albornoz. Bueno, eso es increíble. Ves el albornoz y dices: «¡Joder!». Bueno es que hay algunos que tienen hasta capucha como el que tenia Rocky. Dices: Bueno, éste cae seguro. Tu te acercas al albornoz, pero hay una nota al lado que dice: «Si quiere usted uno de nuestros albornoces, pues puedes ponerse en contacto con el recepcionista, son 10.000. Y 10.000, vamos no me jodas. Ahora mismo bajo hombre, espérate un momento. Coges el albornoz, dices: «Serán chorizos, pues no me quieren cobrar por esto 10.000 pesetas». Y cuando vas con él, ya, que lo tienes cogido, te encuentras de frente con la pantalla de la televisión, y ves que pone: «Bienvenido al hotel señor San Francisco». Dices: ¡Hostias! ¡Hostias! Estos cabrones me tienen controlado, a ver como veo yo la película porno ahora.
Bueno, lo dejas, te vas al armario, pones unos suéteres. Al abrir el armario te encuentras una caja fuerte. Coño, una caja fuerte, pues te sorprende. Dices: «Joder, para que estará?»
Bueno, te quedas pensando. Ahora voy a tomarme una copa, vas al minibar, lo abres, y entonces es cuando entiendes porqué está la caja fuerte. La caja fuerte está para meter en la caja, el agua mineral, los panchitos, el chocolate y el albornoz. Ahí te cabreas y dices: «Uy, a mí me parece que los me están desafiando hoteles. Y entras en otro «A ver»: «A ver quien es más chorizo, hombre!». Coges, pones el secador a toda leche, el agua, la bañera, el hilo musical, todas las luces, en fin, que te pones morao. Ahora se van a joder. Es más, incluso te tomas las copitas, y todo lo que hay en el minibar y rellenas ingenuamente con agua las botellitas. Te acuestas, pero, amigo mío! Ahí te tienen preparada la venganza, cabrones. La venganza del interruptor. Quieres descansar y haces así y resulta que para desconectar la luz de la mesita de noche, pues se enciende la de al lado. Encima estás jodido porqué estás solo. Vas a poner la otra y se enciende la del salón, pones no sé que y se enciende la del baño. Ya te cabreas tanto, y dices: «Mira, pensándolo bien, a mí me da igual joderme, voy a meter los dos dedos en el enchufe a ver si provoco un cortocircuito y lo jodo todo. Seguro que los interruptores, los ha diseñado la mujer del dueño del hotel. Pues se va a joder, que lo arregle ella. Lo que pasa es que luego, cuando bajas a recepción y te dan la cuenta, pues, te das cuenta de que has perdido la batalla. Es verdad, yo me he pasado al otro bando, es cierto. Estoy ahora mismo invirtiendo, es más, voy a hacer un hotel. Tengo un primo que se llama Guillermo y vamos a inaugurar en breve, están todos ustedes invitados, un hotel que se llama: «Guillermo Hotel».
Buenas noches señores.
Fuente: El club de la Comedia