¿Alguna vez te has fijado en cómo nos comportamos al volante cuando circulamos por la ciudad? Es como si, al cerrar la puerta del coche, entráramos en un mundo paralelo donde las normas sociales se difuminan y emerge nuestro «yo» más auténtico.
Por ejemplo, está el «DJ de semáforo». Lo reconoces fácilmente: llega al semáforo en rojo y, en lugar de esperar pacientemente, aprovecha para montar una fiesta. Sube el volumen de la música, baja las ventanillas y empieza a mover la cabeza al ritmo de la canción. Desde fuera, parece que el coche va a despegar en cualquier momento. Y justo cuando el semáforo cambia a verde, se queda unos segundos más disfrutando del estribillo, mientras los demás conductores tocan el claxon con una mezcla de frustración y envidia.
Luego tenemos al «Corredor de Fórmula 1». Este es el que cree que las calles de la ciudad son su propio circuito. Acelera en cada oportunidad, toma las curvas como si estuviera en Mónaco y siempre busca adelantar, aunque sea a un autobús escolar. Lo curioso es que, pese a sus esfuerzos por llegar primero, siempre lo alcanzamos en el siguiente semáforo. Es como si estuviéramos atrapados en un bucle infinito donde la velocidad no importa.
No podemos olvidar al «Explorador Urbano». Conduce tan despacio que uno se pregunta si está disfrutando de un tour panorámico. Mira hacia todos lados, reduce la velocidad en cada cruce y parece maravillarse con cada edificio. Es posible que sea un turista o simplemente alguien que disfruta del paisaje urbano… a 20 km/h en hora punta.
Está también el «Multitareas al volante». Este personaje es admirable y preocupante a la vez. Logra conducir, revisar el móvil, desayunar y, si le das tiempo, hasta maquillarse o afeitarse. Tiene una habilidad especial para hacer todo menos prestar atención a la carretera. Uno se pregunta si tiene más manos de las que aparenta o simplemente confía en el piloto automático invisible de su coche.
Y qué decir del «Director de Tráfico Amateur». Es ese conductor que se toma la libertad de indicar a los demás cómo deberían conducir. Si alguien tarda medio segundo en avanzar cuando el semáforo cambia a verde, ahí está él para recordárselo con un sonoro claxon. Si alguien cambia de carril sin poner el intermitente, no dudará en hacer gestos desde su ventana. Es como tener un instructor de manejo gratuito en cada esquina.
No podemos pasar por alto al «Cantante de Carrocería». Lo ves en medio del tráfico, cantando a pleno pulmón, gesticulando y sintiendo cada nota de la canción. Su coche se convierte en un escenario y él, en la estrella principal. Lo mejor es cuando llega ese solo épico y cierra los ojos por un segundo, olvidando que sigue en movimiento. Al menos, su entusiasmo nos arranca una sonrisa en medio del atasco.
También está el «Buscador de Tesoros Perdidos». Es ese conductor que, de repente, frena en seco porque cree haber visto un lugar de estacionamiento. Sin importarle que detrás viene una fila de coches, comienza una complicada maniobra para aparcar en un espacio que, claramente, es demasiado pequeño. Pero su determinación es admirable; no se rinde hasta lograrlo o hasta que alguien detrás pierde la paciencia.
Y, por supuesto, tenemos al «Amigo de la Naturaleza». Este conductor considera que los intermitentes son opcionales y que las señales de tráfico son meras sugerencias. Se mueve al ritmo de su propio tambor, girando sin avisar y deteniéndose en lugares inesperados. Quizás vive en armonía con el universo y espera que los demás simplemente fluyan a su alrededor.
Al final del día, conducir por la ciudad es como participar en una gran obra de teatro improvisada, donde cada conductor tiene su papel. A veces somos el protagonista y otras, el espectador sorprendido. Lo importante es recordar que, detrás de cada volante, hay una historia, y quizás, un futuro comediante en potencia. Así que la próxima vez que te encuentres en un atasco, observa a tu alrededor y disfruta del espectáculo urbano. ¡Puede que incluso descubras qué personaje eres tú en esta comedia sobre ruedas!